Luna Llena


Luna Llena

La noche no puede ser más tranquila, salgo al balcón para ver el cielo y cómo las estrellas brillan sobre mí; de repente, una espesa nube empieza a  moverse permitiendo a la luna mostrar su rostro. No puedo evitar admirar su luz y magnificencia. Puedo oír el movimiento de las olas en la playa, lo que me lleva a caminar sobre la arena mojada. Entretanto, todavía duermes en la cama.

Me gusta sentir el agua fría yendo y viniendo sobre mis pies; instintivamente, comienzo a mecer mi cintura hacia adelante y hacia atrás tratando de imitar su ritmo. Puedo sentir el viento soplando alrededor de mi cuerpo, cubierto con un delgado vestido blanco, que flota gracias a él. Alzo mi cabeza para ver la luna de nuevo, su luz es hermosa, puedo imaginar que ella me protege en este momento. Estoy tan absorta que no me  percato de la presencia del alguien a mi lado.

Repentinamente, unos abrazos toman mi cintura por la espalda y sopla sobre mi oído. Tengo miedo de darme vuelta, pero empieza a besarme el cuello y lamer mi lóbulo... Ahora sonrío, ya sé que eres tú:

         –¿Por qué me dejaste solo?

         –Nunca pensé que te fueras a dar cuenta.

         –¿En serio? Pensé que ya sabías que necesito de tu calor para dormir toda la noche.

Quiero voltear y verte, pero no me lo permites, aprietas tu cuerpo contra el mío y ambos empezamos a mecernos de la misma manera que lo hacen las olas.

         –¿Qué estabas mirando?

         –La luna. Está preciosa esta noche.

Levantas tu cabeza para verla y agregas:

         –No sólo la luna, esta noche es hermosa.

Como si estuviéramos conectados mentalmente, ambos bajamos para terminar sentados sobre la arena. Ahora, estás a mi lado tomando una de mis manos, yo...  reclino mi cabeza sobre tu hombro. 

         –Es impresionante que no haya nadie cerca. 

Miras alrededor y tu sonrisa me dice estás pensando en hacer una travesura. Me abrazas por encima de los hombros y comienzas a besarme en la cara. Yo permito que me guíes, a pesar de que sé lo que quieres. El agua nos está alcanzando, pero a los dos nos gusta esta sensación, ahora sólo toca nuestras piernas pero muy pronto la marea estará más alta.

Comienzo a desabotonar tu camisa, quiero acariciar tu pecho de la misma forma que tú lo haces con mi espalda. Despacio, una de tus manos se mete por debajo de mi vestido. Acaricias mis muslos, suavemente. Estamos casi recostados, a excepción de mi torso que se mantiene un poco levantado gracias a uno de mis codos. Tu mano sigue escalando por mis muslos hasta encontrar mi humedad; sí como siempre, no llevo ropa interior, y sé que a ti te encanta esto. Comienzas a acariciarla sólo por encima, logrando que por completo me recueste en la arena. Intento bajar los tirantes de mi vestido, pero no me lo permites:


–No... no lo hagas. Quiero descubrirte como si fuera la primera vez.

Y besas mi boca evitando que te responda. Tu camisa ya está en la arena. Me encanta tocar la fuerza de tu pecho acariciándolo con mis uñas, sentir la rigidez de tus pezones en mis dedos. Los tuyos ahora están entre mis piernas. Delicado y despacio, abres mis labios inferiores para tocar el punto más erógeno de mi cuerpo.

Entretanto, yo he bajado tus pantalones y acaricio tus nalgas intentando alcanzar el resto de tu sexo. Una ola viene empapándonos, no puedo evitar suspirar. Mi vestido se pega a mi cuerpo y puedes ver a través de él como si estuviera desnuda. Mis pezones están totalmente erguidos y comienzas a chuparlos bebiendo de ellos, tu lengua los rodea y das pequeños mordiscos en sus cimas. Mis manos están ocupadas entre tus muslos, acariciando tu masculinidad ya despierta, al igual que todos mis sentidos. Sin esperar más, subes mi vestido para entrar en mí. Sí, comienzas a moverte igual que lo hacen las olas, y te aprisiono dentro de la misma forma en que la arena lo hace con el agua.

Ahora rodamos sobre la arena y yo estoy sobre ti. Mis senos se balancean de la misma manera que mi cintura y tus manos pellizcan mis pezones, dándome completo placer. Otra ola viene a empaparnos en el mismo momento que alcanzamos el clímax. Me muevo más rápido como me lo pides. Rodamos de nuevo a los primera posición. Nuestras manos se frotan una contra la otra apoyadas en la arena hasta que ambos terminamos en un gemido de placer. Ahora te recuestas sobre mí, tratando de salir de mi interior.

–No... Quédate así por un momento. 

Me contestas con una sonrisa e inclinas tu cabeza sobre mi pecho. Yo te aprieto a mi cuerpo, quiero sentir que somos sólo uno.

 La luna es tímida, se esconde de nuevo tras una nube mientras caminamos de regreso tomados de la mano. Y aunque el mar es el indicado para borrar el único rastro que dejaron nuestros cuerpos sobre la arena, las estrellas se encargaron de plasmar nuestro deseo en su memoria.



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