Tren de Media Noche


Tren de Media Noche

Es lunes por la noche y tienes que salir de la ciudad, lo más cómodo es abordar el tren y hacer el recorrido mientras duermes plácidamente en un gabinete privado.

           

Colocas tu equipaje en el maletero y te recuestas en el sillón, intentando olvidar que de esta manera inicias la semana. Sí, es fastidioso, sobre todo el tener que dormir en una litera en la que apenas cabe una persona. Por fin, sientes el movimiento, el tren inicia su recorrido y deja la estación. Es hora de ponerse más cómodo y con un movimiento, sin inclinarte, te deshaces de tus zapatos mientras una de tus manos desvanece el agobiante nudo de tu corbata. Tus ojos  se cierran por sí solos, no puedes más con el cansancio y decides liberarte por completo; con todo tu pesar, te pones de pie para desvestirte dejando solamente el par de boxers sobre tu piel.

           

Vuelves a recostarte y el vaivén del tren te pone a dormir sin que te des cuenta del momento. La luz del gabinete sigue encendida y la puerta se abre y cierra, lenta y silenciosamente... A ella le encanta verte dormir, soñando con tantas imágenes e historias desconocidas para ambos. Con sumo cuidado, deja su bolsa en el suelo, mueve tus zapatos y se sienta en la orilla del sillón, junto a tus pies.

 

Delicadamente, toma uno y empieza a besar cada uno de tus dedos, uno por uno; deposita delicados y pequeños besos para después recorrerlos sutilmente con su lengua. Tú, sigues dormido, y ella continúa con el otro pie sin dejar de mirar tu rostro, esperando que aún no despiertes.

           

Tu sueño es tan profundo que no sientes su presencia, que no sientes sus labios ni su manos; no sientes su lengua recorriendo una de tus piernas, delicada, suave, avanzando sobre tus muslos intentando llegar hasta tu cintura, pero un movimiento de tu cuerpo la hace detenerse. Frotas tus piernas una contra la otra, un movimiento rápido, un reflejo de tu cuerpo al sentir una presencia sobre tu piel, probablemente la de algún insecto según tu inconsciente. Ella intenta controlar su risa, mira tu rostro apacible nuevamente, y continúa con la trayectoria, justo donde se detuvo, a escasos centímetros de tus ingles.

           

La sensación de tu vello en su lengua la vuelve loca, no puede evitar el recorrer todo tu cuerpo cubierto por él, deteniéndose sobre tu pecho. Ahí puede escuchar y sentir cómo se ha acelerado el ritmo de tu respiración, dando señales de que pronto te despertarás; también el ritmo de tu corazón avanza conforme la adrenalina se libera con sus caricias, con cada beso que plasma en tu pecho, con cada caricia que su lengua deja a su paso.

           

Pero tu cuerpo no es el único que reacciona, también el de ella ha empezado a sentir que la sangre hincha cada uno de sus poros, y reacciona como tú hubieras reaccionado de estar despierto. Con un movimiento suave se coloca sobre tu cadera, y se despoja de la blusa dejando libres sus senos, para a continuación, retomar el camino que va de tu ombligo hasta tu pecho.

           

Tus ojos se abren justo en el momento en que su lengua vuelve a tocar tus pezones, acariciándolos y besándolos. No entiendes lo que sucede, tu primera reacción es quitar a esa mujer que se mece sobre tu cuerpo, pero en cuanto ella levanta su rostro, tu desconcierto se transforma en sonrisa:

            –¿Qué haces aquí?

            –No quería que te sintieras tan solo.

Y sus labios cubren los tuyos en un largo, profundo y erotizante beso. Tus manos reaccionan inmediatamente acariciando su espalda desnuda, pero ella te detiene:

            –No... En esta ocasión quiero ser yo quien lo haga todo.

Y así regresa a tu pecho, pero ahora su boca permite que sus manos también toquen tu piel, que recorran suavemente tus hombros, tus brazos, tus manos, que los dedos se entrelacen mientras que su boca sigue recolectando el sabor nuevo de tu dermis.

Su lengua se mueve con rapidez, trepando por tu cuello, tu barba, delineando tus labios con la punta y desviándose hacia tus oídos... Sí, ahí se detiene... sabe que tú disfrutas cada uno de sus besos, cada una de sus caricias y sus labios presionando cada centímetro de tu oreja...

 

Ella deja escapar un pequeño soplido dentro de ella para después introducir la punta de su lengua y jugar dentro de tu oído, tal y como tú quisieras jugar dentro de su ser. Su lengua hace círculos dentro y fuera, tocando cada milímetro, y dando leves mordiscos alrededor.

 

Tus manos quieren trepar por sus muslos, pero sus manos te detienen mientras sus labios se posan en tus ojos, en tu nariz, en tus mejillas y nuevamente cruzan la distancia de lado a lado de tu rostro, deteniéndose por un instante sobre tus labios para reiniciar el camino hacia tu otro oído.

 

También tu boca está reaccionando, dejando escapar suspiros y gemidos casi imperceptibles de placer que ella sí puede escuchar.

 

Mientras su boca sigue la ruta, su cuerpo se está balanceando sobre ti, rozando sus senos sobre tu piel, en cada impulso se acercan a tu rostro, convirtiéndose en un fallido intento de tu boca por alcanzarlos. Ella sabe que ardes en deseo por tocarla, por sentirla, por probarla... Lentamente, su torso vuelve a erguirse frente a ti, mostrándote esa sonrisa que siempre te indica que algo está a punto de suceder.

 

Con la misma lentitud que todos sus movimientos han tenido, ella se desliza sobre tu pubis, retrocediendo, para después frotar sus senos sobre tu pecho, cuello y rostro... Tus ojos se detienen en los de ella, sonríes y ella responde colocando uno de sus senos sobre tu boca... pero antes de que tú puedas prensarlo ella dibuja el contorno de tus labios con la firmeza de su pezón hinchado de deseo.

Finalmente, lo coloca al centro, permitiendo que lo beses, que lo presiones, que lo acaricies entre tus labios como si te estuviera alimentando con su pasión.

 

Una de sus manos se ha deslizado camino abajo, más allá de tu ombligo, cruzando el límite de tu ropa interior... la parte preferida de tu cuerpo que se yergue entre tus piernas, esperando el momento de ser igualmente devorada. Al tiempo que ella recorre tu cuerpo camino abajo, sus manos deslizan tus boxers para liberar tu virilidad ante sus ojos.

 

Nuevamente, su lengua empieza a explorar tu piel, acariciando el rededor de tu masculinidad, queriendo probar cada centímetro de ella, queriendo impregnarse con tu sabor, queriendo comerla por completo.

 

Tu vuelves a reaccionar, tu pelvis se mece mientras que sus labios se anclan a la punta de tu pene para después recorrerlo de arriba hacia abajo, cubriendo todas las caras, todos los ángulos, toda tu masculinidad recorrida por sus labios, provocando una nueva sensación en tus sentidos, llenándote de vigor, de pasión, de éxtasis convertido placer.

 

Otra sensación llega a tu cuerpo... una humedad conocida para ti que se ha colocado sobre uno de tus pies, conforme ella balancea su rostro dentro de tus muslos, su pelvis se mece sobre tus dedos rozando el punto de ignición en su femineidad. Mientras más profundidad alcanza su rostro entre tus piernas, más presión ejerce tu pie sobre sus labios... Ella está a punto de estallar, al igual que tú, quiere derretirte dentro de ella, quiere sentir cómo tu néctar se mezcla con su miel.

 

En un movimiento rápido queda nuevamente sentada sobre tu cadera, anclada a tu pelvis, intentando exprimirte con sus movimientos. Tus manos aprisionan sus senos, tu mirada se clava en sus ojos, y sus manos se impulsan con tus brazos... El movimiento del tren pareciera lento comparado con el ritmo de sus caderas. Sin dejar de  mirarla, le pides que cambie de postura, ahora dándote la espalda y meciendo sus senos sobre tus piernas. Tus manos frotan su espalda, se pierden entre su cabello, la jalan por la cintura hacia tu cuerpo, haciéndola gemir y provocando que intensifique su vaivén.




Ahora eres tú quien quiere manejar el momento, quien quiere tomar el control y la colocas sobre sus rodillas para poderla penetrar aún más... Una de tus manos juega con sus senos mientras la otra frota su clítoris al ritmo que tu cadera se avecina sobre sus nalgas... Sus gemidos son más altos, más intensos...

 

Los dos están a punto de estallar, sientes cómo sus entrañas se contraen contigo dentro, cómo su humedad inunda tu pene, cómo su calor quiere absorber el tuyo. Necesitas mirarla a los ojos, necesitas ver sus pupilas dilatadas y sus senos henchidos por el deseo... Sin dejar de provocarla, la recuestas en el sillón y continúas penetrándola... Sus uñas sin querer, se hunden en la piel de tus brazos, pero no importa, el placer inhibe el dolor y el deseo que ella despertó en ti durante el preámbulo inhibe todos tus sentidos, no existe nada más en ese momento, sólo ella y tú, tú y ella conjuntados, combinados, contagiados del mismo mal, del mismo instinto, del mismo impulso que los lleva a arquearse y detenerse por un segundo mientras los dos cuerpos estallan.

 

Un suspiro, una inhalación profunda, una sonrisa, un beso... y tú yaces junto a ella, quien igualmente intenta recobrarse mientras a los dos cuerpos los cubre el manto de la luna.

 




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